El cobre, el latón y el bronce se empezaron a usar ampliamente debido a su contribución al rendimiento y al desgaste a altas temperaturas y también debido a sus buenas propiedades NVH. Es ahí donde RIMSA tiene su origen precisamente, como su proveedor para la industria de la fricción, proporcionando chips metálicos de alta calidad.
Toda máquina en movimiento necesita ser detenida en algún momento. El freno es responsable de transformar esta energía cinética en calor y liberarlo a través de la interfaz. Este es el fundamento de la industria de la fricción. De hecho, en una frenada convencional, el disco es responsable de disipar alrededor del 80% del calor generado por la fricción. La temperatura puede elevarse hasta los 600-700 ºC en condiciones severas. Como resultado de la energía involucrada en este proceso, siempre se producen reacciones triboquímicas y erosión.
La composición química de las pastillas de freno está entonces directamente relacionada con el rendimiento de todo el sistema de frenado. Cada vez que detiene su vehículo, se libera una pequeña cantidad de material en forma de PM10 y PM2,5, suficientemente pequeñas para entrar en las vías respiratorias humanas. Dependiendo de su composición, pueden ser bastante dañinas para la vida silvestre, ya que pueden contener metales como cobre, cromo, plomo, antimonio y óxidos metálicos.
Teniendo en cuenta que alrededor del 21% de las emisiones de PM10 relacionadas con el tráfico provienen del desgaste de los frenos, la industria automotriz, los fabricantes de materias primas y las organizaciones reguladoras tienen una responsabilidad compartida en poder hacer un seguimiento de las emisiones de polvo liberadas durante el frenado y encontrar soluciones innovadoras para superar esta amenaza ambiental.