Carlos Lorenzana: “El Rally de Mongolia ha sido una de las mejores experiencias de mi vida”
Este rally se define como una aventura y no como una competición. En la edición del año en la que participó Carlos, más de 300 vehículos partieron de la ciudad de Londres, Milán y Barcelona en un recorrido de más de 12.000 km. Las únicas normas del evento eran que el coche no podía sobrepasar los 10 años de matriculación ni los 1.200 metros cúbicos de motor, y que no podías llevar ningún tipo de GPS. Este viaje tenía una fecha límite de tres meses.
La organización se encarga de todos los trámites para que te dejen acceder con el coche al país de destino, pero con la condición de que se quedan el coche y no regresa al lugar de origen. Lo definen como un acto benéfico porque posteriormente estos coches se subastan y se utilizan los beneficios para crear proyectos para personas sin hogar. Una vez acaba el rally mucha gente aprovecha su llegada para seguir viajando y conociendo mundo, mientras que otros deciden regresar a su país.
Carlos viajó con un amigo durante 23 días con un Fiat Seicento. Pasaron por Francia, Suiza, Alemania, Chequia, Polonia, Ucrania, Rusia, Kazajistán y Mongolia. Esta era la ruta más corta, y de todos los participantes fue el vehículo número 30 que llegó al destino: Ulán Bator.
“El viaje se resumió en conducir, comer y dormir”. En muchas ciudades pararon para descansar, e incluso en Rusia tuvieron que reservar dos noches de hotel porque si no no les permitían entrar al país. Condujeron alrededor de 16/17 horas al día, y en algunas ocasiones tuvieron averías con el coche que tuvieron que solventar por su cuenta. Lo definen como una experiencia en que te evades de la rutina y en la que no piensas en absolutamente otra cosa que llegar al destino y aspectos muy básicos que en el día a día no valoras.
La diferenciación de este viaje respecto a otros es que aparte de intentar “sobrevivir”, también conoces muchas culturas diferentes y en su mayoría los tramos del viaje lo haces con gente desconocida, pero que está en la misma situación que tú y con las mismas preocupaciones.
La mayor barrera para ellos del Mongol Rally era el idioma. Muchas veces se perdían o no encontraban ciertas ubicaciones como los hoteles donde se hospedaban porque no disponían de GPS, y todos los carteles e indicadores estaban en otro idioma. Un caso concreto fue en Rusia cuando llegaron al hotel un día después. Aún así, aprovechaban diferentes ubicaciones para pasar la noche o incluso algún día entero, y poder desconectar de la carretera y divertirse.
Otra de las barreras que se pensaron que iban a tener, y que resultó todo lo contrario, fue la moneda. Con dólares consiguieron pagar todo el combustible, alimentos y estancias. Además, con la VISA que llevaron podían sacar efectivo de todos los cajeros automáticos: “Hasta en el pueblo más remoto y menos habitado por el que pasábamos, había un cajero automático”.
Carlos afirma que si tuviera la oportunidad volvería a repetir este rally, o un viaje por el estilo. Para él ha sido una travesía enriquecedora, y sobre todo un viaje para disfrutar de una de las cosas que más le apasionan: la conducción.
En rimsa animamos a las personas a que realicen este tipo de viajes y aventuras para enriquecerse no solo a nivel cultural, sino también a nivel personal. Es toda una experiencia enriquecedora, y un desafío para conocer tus límites y explotar todas tus habilidades.